Me he quedado sin voz.
Las palabras que formulé alguna vez, ahora se vuelven difusas, creo que las olvidé.
Me he quedado sin algo que decir.
Y es que las lágrimas y penurias en el corazón han nublado mi razón.
Me he quedado con los labios sellados.
¿El por qué? Fue temor.
Me dediqué toda la vida a escucharte, mientras asentía o negaba con la cabeza, nada más.
Y ahora que llegó mi turno de hablar... Nada pude pronunciar.
Al parecer mi boca se fue llenando de falacias hacia mi misma, de miedos absurdos por expresar lo que sentía, por rencores que imaginé lastimarían, incluso de ilusiones y secretos de amor que mi alma a ti te ofrecía.
Y no me di cuenta jamás que todas esas cosas iban formando mi bozal.
.¿Es que acaso no fue suficiente el robarme el aliento con tu beso?
O al contrario, ¿permití tanto que tu lengua se introdujera en mi cavidad hasta el punto de que la mía ya no existiera más?
Me he quedado muda
¡Y con tantas ganas de gritar!
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