el estupido viaje hacia la eternidad (parte 1)

antes de iniciar la historia de hoy quisiera hacer incapie en la eterna lucha que tengo con el corrector ortografico, asi que, voy a fingir que este blog tiene lectores que cada dia ven si hemos actualizado y les pedire una cosa, ignoren esos pequeños detalles, si algun dia alguna de estas historias se vende o algo asi, entonces le pagaremos a un editor...

emilio habia muerto eso era seguro, el ya habia enfrentado esa parte pero venia lo mas dificil de morirse.

"el soportar la eternidad"

cuando estamos vivos tememos irremediablemente a la muerte, tanto asi que en las noches cuando estamos solos y vacios empezamos a rezar, a llorar y a suplicar por una continuidad, curiosamente cuando nos sentimos mas vivos es cuando menos tememos a lo que podria pasar despues de romper la fragil cuerda entre vivir o morir.

dios, buda, alguna secta espacial bizarra, todos nos venden una idea de lo que podria pasar, y uso la palabra "vender" porque al fin y al cabo la religion es el negocio mas rentable de hoy en dia, de hecho se me va ocurriendo el formar mi propia religion, quiza y me gane algunos pesos.

pero bueno, ahora emilio ha dejado su cuerpo y por obra de las drogas consumidas horas antes de su muerte, o quiza por obra del espiritu santo, que se yo, pero emilio cayo en algo conocido como pseudomuerte, ahora su alma estaba en un estado similar a la inexistencia, pero sin embargo, aun estaba en el cosmos.

entonces emilio aparecio en una oficina similar a una de gobierno, muchas filas, poca accion y extraño olor a sudor con humedad, si ese era el cielo dios puede irse a la chingada. quiza lo unico interesante es que todos vestian el mismo traje color morado y extravagante, exepto los empleados que todos eran altos, rubios y bellos, con un acento "mamon" (no podria explicarlo mejor) y un aura que inspiraba a golpearlos por ser tan " perfectos" quiza ellos eran angeles, aunque mas bien parecian chicos fresas, al parecer el cielo si se puede comprar.

emilio tomo un numero en un aparato similar al de los bancos pero el numero representado ahi era incomprensible para la mente humana, pero aun asi era entendible que ni en 80 vidas humanas seria su turno y el no iva a sentarse a esperar.

corrio hacia la puerta del edificio, pero entre tanta gente no podia encontrarla, hasta que despues de horas de caminar la encontro, realmente no era creible que esa fuera la puerta, el edificio que antes parecia pequeño, resulto ser un enorme y quiza infinito cuarto gris que alvergaba a quiza un numero infinito de almas esperando ser "juzgadas" por angeles. no era una puerta enorme con adornos de oro, era mas bien una puerta de madera para un pequeño cuarto, se podria decir que el arquitecto de ese lugar era un pendejo, como alguien hace un cuarto infinito con una puerta tan pequeña.

al salir se encontro con algo un poco incoherente para la situacion, se suponia que habia muerto, eso lo comprendia, pero no lograba comprender a donde habia ido a parar, primero una oficina de gobierno infinita y luego esto.

un parque municipal, o almenos eso parecia, por los juegos oxidados y las bancas cubiertas de grafiiti y basura, el pasto crecia como le diera la gana a nadie parecia importarle, por eso no era raro que estuviera vacio, en alguna forma patetica preferia pasar la eternidad aqui que en esa oficina. pero comenzo a pensarlo 2 veces, ya que el nunca le habia gustado la gente "cuando muera porfin estare solo" habia pensado algun par de veces, quiza unas mas.

habia un hombre de 50 o 60 años, chaparro, camisa blanca y pantalon cafe, sombrero veracruzano, con una cara aunque arrugada reflejaba tranquilidad en su ser, este hombre tenia un carrito de nieves ya algo viejo y en el se leian "nieves don ruben" y aunque fuera malo para el negocio comerse la mercancia, el hombre se comia un bien servido helado de guanabana.

emilio no entendia nada ya, esta eternidad era una mierda, asi que almenos debia de buscar alguna respuesta, almenos para saber si pasaria las proximas 80 vidas en una oficina publica o si moriria (otra vez) como un vil indigente en un parque municipal.

hablar con el anciano de las nieves fue la experiencia religiosa de su vida.