Rebeca

Fue el tercer nombre que se me ocurrió para ella...


Estaba entre Katherine y Katrinna, sólo por tener ese gustito de descendencia y que tal vez, en algún futuro, igual le diera orgullo a ella.

Pero no, a pesar de venir de mí, no sería justo pues pensé en que ella debería tener su propio significado, su propia esencia.

La imaginé como su padre, con ese carácter altivo, necio, tal vez un poco inmaduro pero sin miedo a tomar riesgos y sobre todo, superarlos.

Pero claro, ella compartiría la misma genética física con su madre. Una lindura.

Siempre tuve presente que seríamos como amigas y rivales, compartiría conmigo gustos y secretos, pero a veces pelearíamos porque ella siempre me recordaría esa parte oscura de mi, aquella que prefiero evitar, la que traiciona, la que no piensa en las consecuencias, la que incluso es frívola. Sin embargo, esas características malas serían las que nos unirían más.

Me da gracia imaginar en todas aquellas horas de diversión que hubiéramos tenido sacándole canas verdes a su padre, teniéndose que aguantar el humor de dos mujeres en la casa y sólo por aquella complicidad para hacerlo enfadar.
Y me da curiosidad cómo hubieran sido realmente nuestros momentos de mujer a mujer. Un amigo me comentó que parecería yo más la hija que la madre pero que ambas disfrutaríamos esa relación. Quién sabe.

Y probablemente nunca lo sabré. Las circunstancias me hicieron sacarte de mis entrañas antes de que pudieras respirar, antes de que te pudiera sostener con mis brazos.

Mi criatura... Sólo ten presente que a pesar de todo sigues y seguirás viviendo en mi interior; ya no te sientas mal por mi, la culpa que cargo no tiene nada que ver contigo y sólo me devasta una vez al año: el día en que sería tú aniversario.

¡Gracias por todo, pequeña!